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ESPECIAL MODA MUJER

Un toque ‘british’ en Nueva York

Líneas sencillas, prendas funcionales y sin artificios. Los creadores de Rag & Bone reivindican su herencia británica para conquistar la estética de la nueva silueta estadounidense

Andrea Aguilar
David Neville y Mark Wainwright.
David Neville y Mark Wainwright. L'ESTROP

El tipo que recoge en su hatillo prendas viejas y las revende es el rag & bone man (el hombre de los huesos y los harapos), cuya denominación tomó prestada Mark Wainwright para bautizar su marca de ropa en Nueva York hace 11 años. La relación entre ambas figuras, sin embargo, es solo nominal. La apuesta de este joven británico ha consistido en prendas urbanas, sencillas, prácticas, con un toque clásico y sin artificios, para hombre y mujer. Con ellas, Wain­­wright y su compañero de internado David Neville –socio encargado de las finanzas– han conquistado un lugar de honor en las aceras del downtown y de Brooklyn. Pero más allá de celebrities devotas de su estilo y de clientes chics, Rag & Bone también ha seducido al Council of Fashion Designers of America (CFDA), que les señaló como la firma emergente más destacada en 2007 y premió en 2010 su colección de hombre como la mejor del año.

La sede de Rag & Bone ocupa dos plantas de un antiguo almacén de carne del Meatpacking District, el viejo barrio de carniceros y travestis hoy convertido en epicentro fashion. Su oficina bulle apenas dos días después del desfile de septiembre de Nueva York, en el que Wain­wright y su equipo de 20 diseñadores regresaron al minimalismo de los noventa. Entre el encantador caos masculino destaca una foto, excelente resumen de la imagen que Rag & Bone defiende, la difuminación de líneas entre hombres y mujeres, y del lado sexi, del cruce entre ambos: Marilyn Monroe aparece retratada en blanco y negro en el metro con un abrigo de hombre.

PREGUNTA: No estudiaron moda ni diseño. ¿Cómo terminaron en esto?

Hacemos prendas que hagan sentir bien a quien las lleva por su calidad y atención a los detalles”

RESPUESTA MARK WAINWRIGHT: Trabajaba como instructor de buceo en México, un día conocí a mi mujer en la playa y acabé en Nueva York a mediados de 2001. No tenía trabajo y empecé a darle vueltas a la idea de cómo hacer unos pantalones vaqueros para hombre. Eso me llevó a Asia para intentar arrancar allí. Fue una pesadilla, pero la historia me impulsó a buscar una fábrica americana, y cuando la hallé en Kentucky y ellos decidieron ayudarme comenzó Rag & Bone.

P: Los vaqueros son históricamente una prenda clave en la carrera hacia el éxito de grandes marcas americanas.

M. W.: La idea era hacer unos vaqueros para mí, porque eso es lo que uso y no encontraba lo que buscaba. Empecé a partir de esta obsesión, pero aquello no tenía que de­­sembocar necesariamente en nada más.

P: ¿Fue el mejor principio posible?

M. W.: Fue bueno. No queríamos ser una marca de denim, por eso montamos una colección completa en la segunda temporada. Pero el bautismo fueron los vaqueros, ver cómo se cosen e instruirnos con estas mujeres que llevaban toda la vida haciendo esto. Con camisetas no habríamos aprendido tanto, pero con los vaqueros había tanto y hay tantos tipos de índigo, de cómo hacer buena tela… Eso marcó la filosofía de nuestra marca, lo que realmente creemos que es importante.

P: ¿Y qué es? ¿Han cambiado sus prioridades con el paso de los años y la expansión de la marca?

M. W.: No, no han cambiado. Nos acercamos a la ropa en primer lugar buscando calidad, se trataba de descubrir cómo se hacían antes las cosas de verdad. Tratamos de hacer prendas que hagan sentir bien a quien las lleva por su calidad y atención a los detalles. Y la moda quizá es­­té en segundo lugar respecto a esto, aun­­que, claramente, hoy día, como marca, no puedes tener una cosa sin la otra.

P: ¿Piensan que el énfasis en la calidad es una perspectiva típicamente mascu­­li­­na?

DAVID NEVILLE: En general, los hom­­bres son más consistentes y llevan siempre lo mismo. Hay un número determinado de maneras en las que puedes hacer una camisa o un jersey. En el caso de las mujeres hay mucha más experimentación.

P: ¿Llevaban uniforme cuando se conocieron?

D. N.: A los 16 podíamos llevar una chaqueta con el escudo, corbata, traje para ir a la capilla, era un colegio militar fundado por el duque de Welling­­ton. Esas cosas son también referencias para Rag & Bone.

Cualquier compañía tiene que ofrecer algo por lo que la gente esté dispuesta a pagar”

P: Hace más de una década que encontraron esa fábrica tradicional de Kentucky para elaborar vaqueros a la antigua. Hoy, el énfasis en la artesanía industrial parece estar experimentando un auge en Nueva York y, más aún, en Brooklyn. ¿Fueron pioneros?

M. W.: Nunca lo había pensado en esos términos, pero lo cierto es que nosotros llevamos hablando de esto mucho tiempo, y de repente, en los dos últimos años, la gente está haciendo whisky artesanal en Brooklyn o recuperando el arte de la carnicería, cosas así. No sé si Rag & Bone ha servido de inspiración, pero nosotros apostamos por lo que sentimos que era importante y que faltaba y fuimos a por ello. No había ninguna otra marca en nuestro rango de precios que estuviera haciendo ropa así en EE UU.

Rag & Bone creció e intentamos que esa artesanía u oficio fuese uno de los principios fundacionales de la marca. Puede que el consumidor medio no lo entienda al principio, pero cuando te pones una prenda hecha así te sientes algo distinto. Creo que apreciar esto nos viene en buena medida de nuestro origen británico.

P: Hay un característico tono sobrio en Rag & Bone, ¿flema y contención británica?

M. W.: No usamos logos, pero es porque pensamos que llevar algo bueno tiene más que ver con quien lo lleva que con quien le mira.

P: ¿Qué habría pasado si hubieran lan­­zado esta marca en Reino Unido?

M. W.: Habríamos cerrado al poco tiem­­po.

D. N.: Nueva York proporciona muchas cosas desde un punto de vista práctico. Además, hay un gran mercado interior y la ciudad también cuenta con un intangible, un sentimiento emprendedor, entusiasmo por intentar hacer las cosas. Esto no existe en Reino Unido.

P: Nueva York también es un mercado muy competitivo. ¿Qué es importante para destacar? ¿Le ha ayudado su origen europeo o su visión particular de la relación entre lo femenino y lo masculino?

M. W.: Cualquier negocio que quiera subsistir, da igual si es de cartones o de tornillos, tiene que ofrecer algo por lo que la gente esté dispuesta a pagar y que te reporte dinero. Creo que la diferencia es que, en EE UU, los diseñadores hacen ropa para la gente de la calle. Ralph Lauren, Donna Karan, Calvin Klein, la vieja guardia lo hizo, y si miras a la gente que tiene éxito hoy, Alex Wang, Phillip Lim, Tha­koon…, su ropa es muy cool y fashion, pero, al final, la inspiración viene de la gente en la propia calle. Eso no se aplica a las pasarelas de Francia o Inglaterra, cuyos diseños reciben excelentes críticas, pero ¿cuándo fue la última vez que viste un día corriente esas firmas en la calle?

Si quieres estar en el negocio de la moda, tienes que dar el salto a las colecciones femeninas”

P: Bueno, los británicos tienen a veces cierta querencia por las prendas excéntricas.

M. W.: Lo que quiero decir es que los diseñadores estadounidenses son más contemporáneos. Aquí tienes que ser un poco más democrático y hacer ropa que pueda ponerse la gente.

P: ¿Cuál fue el punto de no retorno, cuando pensaron que esto de verdad iba a funcionar?

M. W.: Siempre hay incertidumbre en algún aspecto. La moda es un negocio muy caprichoso. Ha habido muchos momentos importantes. La nominación del CFDA fue el primer reconocimiento. En 2006 abrimos nues­­tra primera oficina. Eso nos dejó claro que teníamos una oportunidad.

En 2003, Wainwright decidió llamar a su viejo amigo que por aquel entonces tra­­ba­­jaba en la City de Londres. Poco después, David se unió a la aventura y juntos navegaron durante esos años de “incertidumbre” que ahora recuerdan. Cuentan que fue Ralph Lauren quien les aconsejó que abrieran una tienda. La primera llegó en 2008. Hoy tienen establecimientos en otras cinco ciudades, incluida Londres, adonde llegaron este año listos para tomar al asalto su patria tras triunfar en Estados Unidos, país que les escogió como representantes de la moda americana en un tour oficial por Asia este verano. Las tiendas propias han resultado ser una pieza clave en su éxito. Ahora, además de la expansión, planean lanzar una línea de ropa para niños.

P: ¿Por qué decidieron dar el salto a la ropa de mujer?

D. N.: Ese mercado es enorme, y si quieres estar en el negocio de la moda tienes que hacerlo, porque las mujeres gastan más.

M. W.: Desde el principio hicimos vaqueros para chicas, pero no tuvimos una línea completa hasta septiembre de 2005.

P: Rag & Bone presenta una idea unisex, ¿difumina las líneas?

M. W.: Es un elemento de la marca, algo que se nos da bien. Hemos apostado por mucho estilo militar, sastrería masculina para la pasarela de mujer, tejidos masculinos para ropa de mujer, siluetas. Pero en nuestro último desfile hay poco de eso. Diseñas para cualquier tipo de chica de lo femenino a la ropa de hombre.

P: ¿No resulta un tanto paradójico apos­­tar por el lado artesano y estar sujeto al ritmo frenético de la pasarela y las precolecciones y colecciones?

D. N.: Es un reto, pero es lo que hay. Mira, hay 160 partidos en una temporada de béisbol y los jugadores no se quejan.

Los ingleses se despiden. “La modestia puede conducir a la notoriedad, y puedes acabar siendo el único, la genti­­leza y la sobriedad son raras en esta sociedad”, apuntaba Sting en la canción Englishman in New York, que dedicó al excéntrico Quentin Crisp. Ese británico plantó su pica en el East Village y cruzó las líneas que separaban los géneros. El mensaje, salvando las diferencias de estilo, se aplica también a Rag & Bone.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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