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Orgullo empollón

Los antimodernos crean tendencia Los que siempre se burlaron de ellos ahora llevan gafas de pasta incluso sin necesitarlas Una particular venganza incubada al abrigo del éxito económico de gurús tecnológicos

Karelia Vázquez
Steve Jobs, con los tirantes y la pajarita que lucía en 1984 en una presentación de novedades de Mac (junto a John Sculley y Steve Wozniak).
Steve Jobs, con los tirantes y la pajarita que lucía en 1984 en una presentación de novedades de Mac (junto a John Sculley y Steve Wozniak).CORBIS

Los últimos serán los primeros, reza una parábola bíblica. Y así se ha cumplido para los marginados, empollones y gafotas de la clase, que solían también ser los frikis de musculatura atonal y hábitos excéntricos, incluido un extenso conocimiento de cómics de ciencia ficción y de toda la saga de La guerra de las galaxias y El Señor de los Anillos. Un buen día ocurrió. De repente, todos quisieron ser miopes o disponer de alguna excusa que justificara el uso de unas gafas de pasta que otorgaran un aire intelectual. Hace varias temporadas cadenas de moda como H&M empezaron a vender en su departamento de complementos monturas de pasta negra… ¡Sin lentes! El accesorio más emblemático de los frikis se había convertido en un complemento global y multitudinario. Toda una vulgaridad.

Si el movimiento gafapasta, abrazado con fervor por creativos de publicidad, diseñadores, disc jockeys y hasta por Johnny Depp, inició la geekización de la moda masculina, las Navidades pasadas la cadena británica Top Shop triunfaba con tres modelos de camisetas: sobre una superficie lisa de algodón se proclamaba sin pudor y en letras gigantes la condición de geek (friki de las tecnologías), de nerd (ratón de biblioteca) o de dork (bobo), según fuera el caso. Uno de los concursantes de la versión británica del programa La voz, Jordan Lee Davies, se presentó en el escenario con una y el fenómeno acabó de expandirse con cientos de camisetas pirateadas.

Los chicos que siempre se habían burlado de los raritos de la clase se compraron unas camisetas que no los merecían, y así lo han visto algunos gafotas auténticos que crecieron arrastrando como podían su sambenito. “No me acaba de sentar bien esta moda, los que ahora llevan estas camisetas se burlaron durante años de gente como yo porque éramos diferentes”, se queja un ingeniero que no quiere que se publique su nombre. Aún no ha cumplido los 40 y ya tiene dos patentes registradas. Su aspecto no deja lugar a dudas. A ese nivel de productividad y ambición intelectual no se le puede pedir, además, un cuerpo de atleta. Sin embargo, cuenta que sus amigos lo presentan ahora como “un buen partido”. “Nunca había tenido mucho éxito con las chicas y sigo sin tenerlo, pero ahora no me miran como a un desgraciado. Es posible que tenga alguna posibilidad”, dice entre risas.

Bill Gates, con un corte de pelo empollón.
Bill Gates, con un corte de pelo empollón.Corbis

Lo diremos por si queda alguien que aún no lo haya adivinado: la venganza de los empollones de la clase es un fenómeno económico. Las grandes empresas de este siglo, las que han cambiado el mundo con su modelo de economía disruptiva han sido fundadas por geeks de manual: Bill Gates (Microsoft), Steve Jobs (Apple), Mark Zuckerberg (Facebook), Shawn Fanning (Napster)… ¿Alguien ha visto una foto de sus atormentados años adolescentes? Sin embargo, ahora sus nombres aparecen en todas las listas de las grandes fortunas y sus empresas se estudian en las escuelas de negocio. El universo geek ha llegado, ya no es objeto de desprecio. Ahora son ellos los poderosos.

El boom de las charlas TED (tecnología, entretenimiento, diseño), protagonizadas casi siempre por frikis que han superado su fobia innata a hablar en público, ha ligado a estos antiguos sujetos débiles y marginales con las universidades privadas y caras, con la independencia profesional y con la capacidad de abrir, cerrar y vender empresas triunfadoras. Ser raro supone pertenecer a una élite intelectual, visionaria y con éxito económico.

Desde Justin Timberlake hasta Brad Pitt o David Beckham. Todos se han presentado en sociedad con una imagen pretendidamente geek, con sus cárdigan y sus gafas diseñadas por Tom Ford o Cutler&Gross. Series de televisión como Los informáticos o The Big bang theory no solo los han hecho más visibles, sino que nos han obligado a empatizar con sus excentricidades y su absoluta carencia de habilidades sociales. ¿A estas alturas quién no quiere a un doctor Sheldon Cooper en su escalera?

El diccionario Oxford acaba de aceptar la frase ‘geek chic’. El Collins investiga el significado de ‘geek’

¿Este repentino acto de amor supone el fin de esta subcultura? ¿Es acaso el signo definitivo de que su filosofía se ha vuelto popular? A juzgar por la densidad por metro cuadrado de gafas de pasta y aparatos dentales, la respuesta solo puede ser una: parecer empollón es cool, y eso es lo peor que le puede pasar a un excéntrico, ser absorbido por la industria de la moda cuando uno de sus signos de identidad es ser un rabioso antifashion.

Observadores como Warren Ellis, de la revista Wired, dan por agotada esta tendencia y creen que la misma industria sería la última culpable de su final. “La explosión digital ha democratizado la tecnología”, dice a The Guardian. “Ya no es un signo diferencial, cualquier adolescente usa el SnapChat en su iPhone y eso no lo convierte en un excéntrico ni en un marginado”.

La época en que nerds y geeks sobrevivían atrincherados en sus ordenadores es historia. Pertenece a la era que los expertos llaman predigital, cuando Internet aún estaba en pañales. Casi una historia fantástica de las que solían devorar en sus cómics. Entonces los frikis no eran populares. Lo suyo era dejarlos morir en su propia automarginación. Todos iban al mismo saco: eran los perdedores. Aunque geeks y nerds siempre han marcado diferencias entre ellos. Según un reportaje de The Guardian los primeros son más dados al coleccionismo y están más interesados en los avances tecnológicos del microcampo de su interés, mientras que los segundos son los típicos empollones, pedantes, obsesionados por ser los mejores de la clase.

Mark Zuckerberg, dueño de Facebook y WhatsApp, en 2011.
Mark Zuckerberg, dueño de Facebook y WhatsApp, en 2011.Getty

Ha tardado una década, pero el diccionario Oxford acaba de aceptar la frase geek chic y su competidor el diccionario Collins está investigando el verdadero significado de geek. Según sus averiguaciones, ya no sería “un tipo aburrido, poco atractivo e inadaptado socialmente”. El Urban Dictionary, seguramente el más ágil, fue el primero en recoger el concepto. En su día lo definió como “un oxímoron producido por la alucinación en que los geeks viven su propia existencia que les hace creer que la tecnocracia les otorga un halo cool. El mejor argumento contra el geek chic es el hecho de que Bill Gates, a pesar de ser uno de los hombres más ricos, lleve un corte de pelo de cinco dólares”.

Quizás en breve veamos al Urban Dictionary cambiar de idea. Depende de que sus editores caigan seducidos por la campaña Geek is God (Geek es Dios) diseñada por la agencia Inferno. Su misión es convencer a los diccionarios de que la palabra ha dejado de ser un insulto para convertirse en un cumplido. Describe a los geeks como “las nuevas estrellas del rock” y reclama: “No somos feos y aburridos, somos los que hacemos el mundo más interesante”. Lo dicho, los últimos serán los primeros, aunque para ello tengan que dejar de ser una subcultura y ver sus gafas en las estanterías de H&M.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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