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“Soy un ‘tory’ anticuado”

Fue colaborador de Margaret Thatcher, ministro y el último gobernador británico en Hong Kong. Ahora es rector de Oxford y hombre de confianza de la reina de Inglaterra.

Jesús Ruiz Mantilla
"Estamos en una era categórica. Una tragedia".
"Estamos en una era categórica. Una tragedia".Luis Sevillano

En Segovia, donde ha participado en el Hay Festival, Lord Patten diserta sobre el mundo de hoy. Su opinión sigue contando. Por eso los medios acuden a él en busca de respuestas sobre la crisis que ha estallado recientemente en Hong Kong. Lord Patten ha acusado a Pekín de romper sus compromisos democratizadores con los ciudadanos de la excolonia británica. Y afirma que el diálogo debería reemplazar a la represión.

Cree la gente que su poder ha disminuido respecto a cuando usted andaba en política, pero como rector de Oxford, y a tenor de la libertad que muestra en su discurso, parece que manda usted más que nunca. No creo que el poder esté en meterse en política. Ni siquiera yo me he sentido más poderoso formando parte del Gobierno. Cuando estaba en Hong Kong, como gobernador, me creí mucho más influyente tomando ciertas decisiones. Aun así, creo que he podido ser más decisivo sin una acción directa de poder. La última vez, por ejemplo, organizando la policía en Irlanda del Norte; ahora quizá en Oxford, donde trabajo con un grupo de personas que influyen en cómo el mundo va a funcionar en el campo de la ciencia, la comunicación, las letras. Serán ellos quienes cambien la vida y los hábitos de millones de personas. Me he pasado la vida rodeado de gente que determina nuestra manera de mirar al mundo, sobre la prosperidad y el bienestar de la humanidad, y eso es realmente excitante. Lo que más me gusta ahora es que puedo escribir y difundir mis opiniones con más libertad que en el pasado, cuando me encontraba limitado por ciertos cargos, como responsable de la BBC.

¿No es la sensación de sentirse libre para expresarse, sin tener en cuenta los cargos y responsabilidades que ocupa, la más pura? ¿Una esencia? El hecho de poder persuadir a la gente para que esté de acuerdo contigo, si no poder, es una de las influencias que considero más valiosas. En este momento me debato sobre qué escribir ahora…

Imagino que no le faltarán ideas. No, desde luego, es cuestión de elegir el tema más adecuado en un tiempo en el que el mundo parece hecho un desastre. Quizá lo que más me apetece abordar es la manera en que la fragilidad política de las democracias liberales dificulta nuestra forma de guiar el mundo basados en el pluralismo. Estamos en una era categórica. Una tragedia. Son los propios fracasos de estos sistemas los que las mantienen atadas y restringidas.

Vivimos en una Europa revuelta contra la Ilustración”

¿Qué entendemos por poder: hacer o influir? Ambas cosas. Pero lo más preocupante es que hoy vivimos en Europa una revuelta contra la razón y los valores de la Ilustración.

¿En general? Sí, con este crecimiento del populismo en Grecia, Italia, Francia, Holanda, Reino Unido, Suecia y Alemania… Un auge que se basa en la creencia de que el mundo solía ser antes un lugar mejor.

¿Nostálgicos…? La creencia de que cualquiera instalado en las instituciones se dedica sencillamente a alimentar su nido, que son deshonestos, es muy peligrosa. Ese estado de ánimo debe ser combatido por la clase política de manera valiente y decidida.

¿No habrá crecido el populismo porque no existe hoy un liderazgo que pueda convencer de lo contrario? Cierto. Aunque es mucho más fácil afirmarlo cuando estás retirado. Debo desmarcarme de ese sentimiento según el cual las generaciones posteriores son peores a la tuya. Quizá no hayamos sido tan malos como creíamos. En ciertos aspectos nos fue mejor que a los japoneses o estadounidenses. No es fácil para los líderes europeos y será peor a menos que hagan frente a esos problemas actuales.

Los políticos en España se sorprenderán de que no haya incluido usted al país entre los que sufren un auge del populismo. ¿Lo descarta? Quizá haya intentado mostrarme educado, pero no creo que la situación en España sea tan preocupante en ese aspecto como en Italia o Grecia, o en Francia, con el Frente Nacional. Partidos que son antiinmigrantes, islamófobos o padecen un chovinismo producto de la riqueza.

Pues no, eso aún no lo padecemos en España a dichos niveles. El populismo del que se quejan los partidos tradicionales va en otra dirección. ¿Conoce usted el fenómeno Podemos? Desde luego. Lo que deberíamos decir al respecto es que vivimos en un mundo al que ya no debemos definir como bipolar. Somos capaces de mostrarnos de acuerdo con varias opciones. El planeta no está dividido en las certezas de antaño y los partidos deben abrazar esa multitud de ópticas que obedecen a determinadas aspiraciones. Eso afecta en Europa, principalmente, a los apoyos de la izquierda tradicional. La sociedad internacional para la protección de los pájaros tiene más miembros que el Partido Laborista. Los jóvenes no se afilian como antes. Lo que ocurre en España tiene que ver con la incapacidad de los partidos por conectar con los deseos diversos de los ciudadanos.

Chris Patten

(Cleveleys, Lancashire, 1944), hijo de un baterista de jazz, criado como católico, estudió Historia en Oxford, universidad de la que hoy es rector desde 2003. Antes desarrolló una intensa carrera política que comenzó como militante conservador en 1966. De ahí pasó al Parlamento en 1979 y a ocupar Ministerios como el de Ultramar con Margaret Thatcher. Nombrado por la reina Isabel II gobernador de Hong Kong, fue el último británico en ocupar dicho puesto hasta 1997. Pasó por la Comisión Europea en tiempos de Romano Prodi y Javier Solana cuando el español ocupaba el cargo de Mister Pesc, alto representante de la política exterior de la Unión. También ha ejercido de presidente de la BBC entre 2012 y 2014.

Lo que no quiere decir que la gente no esté interesada en los temas que les afectan políticamente. Más bien muestran desprecio a quienes los manejan. Un ejemplo ha sido el referéndum escocés. Un asunto puntual que ha llevado a un porcentaje elevado a las urnas. Es así. Si nos fijamos en un asunto básico como la vivienda, como lo afrontas en la sociedad moderna, requiere una combinación de esfuerzo público y privado. Apoyo al ahorro, a la inversión en propiedades, viviendas sociales… No es un asunto exclusivamente reservado a la derecha o la izquierda, se requieren soluciones. No importa si el gato es blanco o negro, lo crucial es que atrape al ratón. Una de las razones por las cuales un tory (conservador) anticuado como yo…

¿Podría definirme el término? ¿Qué es un ‘tory’ anticuado? Bueno, alguien que cree en las instituciones, en el mercado. Que no se fía de los dogmas. La religión es un asunto de fe y dogmas; la política, no. Pero a lo que íbamos. Los políticos deben afrontar un mundo hoy en el que Europa importa cada vez menos, los partidos no parecen reflejar las aspiraciones y temores comunes de la gente, y la consecuencia se refleja en una hostilidad creciente hacia esos representantes tradicionales por medio del populismo u otras opciones que se salen de la corriente.

¿Qué conclusiones debemos sacar en España respecto a Cataluña sobre la lección escocesa? Bueno… hay aspectos británicos que no se relacionan con lo español. En España ya existe una Constitución que ha devuelto el poder a las regiones. En Reino Unido hemos desarrollado ese aspecto hasta un punto limitado. No nos hemos metido a analizar ni a organizar cómo repartimos el poder entre las diferentes partes del Estado. El debate anda desequilibrado. En España ya se abordó ese tema en la transición democrática. Se descentralizó. Una de las cosas que más me preocupan es que siempre he sido contrario a los referendos porque tienden a resumir asuntos complejos y delicados en una pregunta. Además, los votantes tratan de censurar a los políticos con esa arma.

¿Por qué habrán surgido ambos en un contexto de crisis institucional y económica? En Reino Unido, y concretamente en Escocia, no se ha sufrido el mismo nivel de crisis que en España o Europa. El elemento que complica la gestión en nuestro país es que el 85% de la población es inglesa y, por tanto, no debe existir el mismo nivel institucional en esa parte del país que en el resto. Nadie se plantea con seriedad la necesidad de un Parlamento meramente inglés. Aun así, los referendos en los que se juegan problemas territoriales como lo identitario, definirse a uno mismo como una raza pura en oposición a otros, son muy peligrosos.

Pero ¿no le extraña que en este mundo globalizado la identidad se haya convertido en un gran tema de nuestro tiempo en el terreno de la literatura, el arte…? Bueno, no sé, ¿por qué debería serlo cuando todos estamos constituidos de cruces interminables? Mi identidad como inglés está al margen de que gran parte de los productos de mi cocina vengan de China o que la ropa que llevo haya sido manufacturada en cualquier país de Asia. Por eso me visto más barato, tomo buena comida de zonas lejanas y ninguna identidad se ve amenazada por ese hecho.

¿Por qué convivimos en fronteras líquidas con mentalidades igualmente líquidas? ¿Por qué ya las aduanas físicas son cada vez más relativas en lo que afecta a nuestras vidas cotidianas? Quizá. Ya apenas afectan a nuestras cotidianeidades. Estamos bastante confundidos en esos aspectos y sus consecuencias. Otra confusión viene del hecho de que nos mostremos seguros de que la globalización impide que tengamos otra guerra. Es lo mismo que pensaban en 1914.

La Cámara de los Lores necesita una reforma, pero llevamos diciendo eso cien años...”

Según usted, ¿nadie debería confiarse? ¿Tiene miedo? Si observamos las primeras páginas de los periódicos: China, Japón, Rusia, Ucrania, Crimea… más que miedo, preocupación. Creo que ha llegado el momento en el que necesitamos una mayor colaboración e intercambio y cooperación en el campo de las relaciones internacionales. Lo que constituía el orden mundial hace años se encuentra hoy rechazado y amenazado por países como Rusia, China y sus autoritarios líderes mercantilistas sin que se vea otra opción. China no quiere integrarse en el resto del mundo, porque para ellos es una amenaza. Y eso se contagia a países europeos también, como Hungría, cuando sus propias autoridades lo definen como “una democracia antiliberal”. ¿Qué diablos hace entonces en la Unión Europea?

Si uno se pasa por Oxford, lo encuentra lleno de estudiantes chinos. ¿Tratan de sensibilizar a las élites de esa potencia con este tipo de valores? Cuando dejé Hong Kong, en 1997, había unos cien estudiantes chinos en Oxford, ahora tenemos 900. Además, hemos incrementado el número de benefactores y donantes de aquella área. Somos una gran universidad internacional y China es, después de Estados Unidos, el país de donde proceden más estudiantes de fuera de Reino Unido. Más que indios, y no es su idioma. Nuestro deber es atraer a los mejores estudiantes del mundo, especialmente a nivel de doctorados, un campo en el que los europeos estamos por debajo de los estadounidenses.

¿Cuándo se dio cuenta de la importancia que en la estructura de un país tiene la educación? ¿Mientras estaba en política o después? Antes, antes… No deberíamos pensar en la universidad en términos utilitarios, sino como una institución fundamental para conformar sociedades libres y abiertas. El humanismo nos enseña las claves de la vida y la muerte; el arte, a amar a Ella Fitzgerald y a Mozart, a leer a Cervantes y a Dickens.

Está bien que lo reivindique así. Hace unos meses, el ministro de Educación español aconsejaba a los padres que guiaran a sus hijos a la hora de escoger los estudios bajo un punto de vista útil. ¿Qué le parece eso? Una de mis hijas es directora de televisión, otra es actriz… Puede imaginarse cuál es mi opinión acerca del tema. Es una tremenda equivocación centrarse en la utilidad y no en las vocaciones. Pero es que resulta una equivocación en términos utilitarios también. Mi caso se torció. Yo quería ser capitán del equipo nacional de críquet, también cuando fui monaguillo quise ser cura; quiero decir, ¿quién sabe? Lo que resultó consistente fue mi deseo de dedicarme a la historia medieval.

La política no es un asunto de fe. No me fío de los dogmas”

Y pasó de querer estudiar historia a protagonizarla. No era muy bueno en ese campo, debo admitir. Aunque sigo devorando los libros de historia y trato de transmitirles eso y la lectura en general, incluso la más popular ahora, a mis ocho nietos. Me encanta conservar el entusiasmo.

¿Para qué sirve ser lord? Hay cierta confusión entre nuestro sistema y los honores que corresponden. Me hicieron lord por mis servicios prestados, es algo que me permite acudir al Parlamento y hablar cuando me apetece. Sin duda, la Cámara de los Lores necesita una reforma, pero llevamos diciendo eso cien años…

Y qué me dice de Margaret Thatcher, aquella mujer siempre rodeada de hombres, con la que usted colaboró a fondo. ¿Cómo se adaptaba ella a su mundo de caballeros? Era una mujer en todos los sentidos y utilizaba sus encantos femeninos de manera desbordante con muchos hombres. No quiero decir que coqueteara, pero le gustaban los hombres atractivos. La historia la tratará bien. El thatcherismo jamás fue una ideología, sino, sencillamente, lo que ella ejecutaba. Nunca se le habría pasado por la cabeza abandonar la UE, lo que quería era reformarla desde dentro. Reino Unido necesitaba un empujón y ella se lo proporcionó. Fue parte fundamental de nuestro siglo XX. Podría llegar a ser tremenda con sus correligionarios, pero extremadamente amable con sus colaboradores, desde las camareras, conductores, miembros de seguridad. Para ser justos, aunque diferíamos en varios aspectos, siempre nos mostramos muy leales. Sobre todo cuando yo fui gobernador de Hong Kong. Le contaré una historia para que se haga una idea; yo vivía allí en una gran mansión, atendida por mucho personal, a la que acudían visitantes de todo el mundo; ella era la única que se hacía la cama.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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