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“Mi generación es tan útil como un Ferrari en un camino de cabras"

Tras arrasar con obras como 'Españistán', Aleix Saló rescata el retrato que hizo a sus contemporáneos antes de que estallara la crisis. Y concluye que los jóvenes de hoy estaban condenados desde hacía tiempo

Tom C. Avendaño
Aleix Saló, fotografiado para ICON en un hotel madrileño en septiembre de 2014
Aleix Saló, fotografiado para ICON en un hotel madrileño en septiembre de 2014Mercedes Pérez Muñoz

Aleix Saló empezó retratando a los que le rodeaban, se dio a conocer criticando a los que le gobernaban y ha acabado maldiciendo a los que les mandan a ellos. Ese es el ciclo que este dibujante de Ripollet ha descrito con los libros que lleva publicados a sus 32 años: Hijos de los ochenta, primero; Españistán y Simiocracia, después; y ya con el arrebato dirigido a Bruselas, Europesadilla. Es probable que sus libros más conocidos sean los dos sobre España y es seguro que más conocidos que esos libros lo sean los vídeos con los que los promocionó en YouTube: llevan el mismo título que los tomos, muestran la misma capacidad para resumir con humor y sin clemencia la delirante historia reciente de España y, juntos, suman casi ocho millones de reproducciones desde 2011 y 2012, respectivamente. Algo había en sus animaciones y en el tono con el que criticaba a las instituciones que conectó particularmente con la gente de su edad, esa generación que se declara truncada por la crisis y traicionada por la mediocridad política. Tanto, que un poco más y alguien podría coger a este puro nervio rubio, de nariz quijotesca y ojos verdes, y colgarle el sambenito de Portavoz de una generación. A él eso le parece ridículo, como casi todo, y tiene una tesis para desmontarlo, como casi siempre. “El colectivo joven está muy infravalorado y malinterpretado en los medios así que en cuanto sale algún menor de 35 con algo de discurso, ya es la voz de los jóvenes”, se retuerce, solo en el sofá más grande de una terraza de un hotel madrileño. “Es absurdo si lo piensas: cuando habla un economista de 50 años nadie le considera la voz de los cincuentones. Además, hay que trabajarse mucho la imagen si quieres llegar a ser portavoz de algo”.

Aleix Saló
A los de mi generación nos diseñaron como un Ferrari, con todos los equipamientos y un motor de primera línea  preparadísimo para ser el más rápido en una autopista. Y cuando este coche salió del garaje se encontró con un camino de cabras. Un Ferrari en un camino de cabras, ¿para qué sirve? Para una absoluta mierda. Con perdón

A él la imagen le preocupa lo suficientemente poco como para recluirse en su casa a leer y escribir en lugar de pontificar en charlas, tertulias y conferencias. De hecho si está hablando con los medios es porque su primer libro, Fills dels vuitanta: La generació bombolla, de 2008, acaba de traducirse al castellano y distribuirse por todo el país bajo el título Hijos de los ochenta: La generación burbuja (DeBolsillo. Para una explicación del título vean las viñetas que ilustran todo este texto). Se da así la elegante carambola de que Saló cierra etapa volviendo al principio, como los héroes en el cine de Hollywood. Lo siguiente, anuncia, será un cambio de tercio quizá en otro país o idioma. Tan prematuro como todo en esta mente amuebladísima que empezó dando clases particulares de guitarra a los 16 años mientras tocaba en la parroquia de su pueblo –en la edición original de Fills dels vuitanta cuenta: “La Santa Madre Iglesia me pagó los primeros cubatas"– y que siguió, desde los 17, publicando viñetas en la prensa local. Solo que reeditar el libro con el que empezó este camino conlleva una pega: es una descripción de la generación que nació entre 1980 y 1989 que fue escrita antes de que la la Gran Recesión se llevase por delante la economía de medio mundo, de que la Reforma Laboral de 2010 pintase de negro el futuro de los veinteañeros, de que el 15-M reinventara temporalmente el papel de la juventud en la vida social española y de que gran parte de esa gente emigrara a buscar fortuna fuera. Hasta que Saló abre la boca y ese aparente defecto se convierte en su mayor virtud.

¿No ha sentido la necesidad de adaptar algún pasaje del libro a la actualidad, seis años después?

No, creo que sigue vigente. En todo caso añadiría un apéndice con cómo ha evolucionado todo. Pero los jóvenes ya estábamos vendidos antes de la crisis: era bonanza sí, pero una bonanza que había generado problemas para la gente de mi edad. Nos llamaban generación parásito porque no nos íbamos de casa de nuestros padres mientras se disparaba el precio de la vivienda y se instauraban los contratos basura. A mi padre lo cogieron con 14 años, sin estudios, lo formaron y le dieron trabajo durante cuatro décadas. Eso no lo voy a ver yo en mi vida.

¿Qué diría que es lo más vigente?

Hablo de la nostalgia y eso es más fuerte hoy que nunca. La situación económica nos ha moldeado como la generación que más se refugia en el pasado. Fuimos la generación con la infancia más acomodada y nos encontramos con un mundo que no está interesasdo en lo que quieran o puedan aportar los jóvenes. Las empresas no quieren formarlos ni contratarlos. Somos el caso inverso de nuestros padres. Ellos partieron de una infancia dura y, a medida que fueron creciendo, se encontraron un mundo mucho más receptivo y abierto a lo que los ellos pudieran construir. Mis padres no hablan de su infancia con nostalgia. Nosotros con 20 años ya parecíamos viejunos, recordando nuestra Game Boy.

Su libro se distingue en que no se limita a victimizar a su generación. Quizá porque lo escribió antes de que la crisis se recrudeciera, deja hueco para la autocrítica. Podría hasta desprenderse que esta generación es de las que más ego tiene.

Sí, se nos enseñó que el mundo nos debía algo. Pero no salió de nosotros.

Nos falta trabajar desde los 16 años. Aunque sea en un bar de mierda pero que te enseñe lo que es tener un jefe que te putea y tener que llegar a tu hora y responder por tus responsabilidades y todo a cambio de dos míseros euros. Así empiezas a definir lo que no quieres en la vida, que te llevará más lejos que llegar a los 30 encadenando carreras

En todos los sectores perjudicados por la crisis siempre hay un porcentaje de víctimas que se instalan en la queja por defecto. Entre los jóvenes, ¿cuántos hay lamentándose que el mundo no se haya ajustado a sus necesidades?

En el libro uso la metáfora del Ferrari. Nos diseñaron como un coche de primera gama, con todos los equipamientos y un motor de primera línea brutal preparadísimo para ser el más rápido en una autopista. Y cuando este coche salió del garaje se encontró con un camino de cabras. Un Ferrari en un camino de cabras, ¿para qué sirve? Para una absoluta mierda. Con perdón.

¿Qué le parece una frase que se ha dicho sobre su generación y su "fatigosa abundancia de idiotas con máster"?

¿Somos la generación más preparada o la más formada? Porque no es lo mismo. Estar formado no quiere decir estar preparado para el mundo real. He visto una tendencia muy tóxica y peligrosa de estudiantes que estudian una carrera y, como no encuentran hueco en el mundo laboral, vuelven a los estudios. Que no está mal pero se empieza encadenando carreras y másteres y se acaba en la treintena con un currículo de primera sin haber trabajado nunca. Eso es peligrosísimo. Pierdes el tren. Tu visión del mundo real está completamente deformada. Nos falta trabajar desde los 16 años. Aunque sea en un bar de mierda pero que te enseñe lo que es tener un jefe despótico que te putea y tener que llegar a tu hora y responder por tus responsabilidades y todo a cambio de dos míseros euros. Así empiezas a definir lo que no quieres en la vida. Empezar a hacer elecciones ayuda más. Sí, nosotros tenemos parte de la culpa.

¿Y de la crítica?

En tanta formación probablemente nos faltara una reflexión sobre la responsabilidad individual, pagar los platos de cada uno. Está bien ser crítico pero no todo es culpa de los demás.

'Españistán' bebió mucho de la disposición española a cargar contra nuestro propio país. A nadie le mentes su familia, su pueblo, su club de fútbol y su región, pero todos te dirán que España es lo peor

¿Diría que su generación ha recuperado la moda de detestar España con especial ahínco?

En España los puntos medios no se nos dan bien. Pasamos del fustigamiento a la euforia. Somos lo mejor justo antes de ser lo peor.

Españistán y Simiocracia tuvieron mucho éxito tocando esa tecla.

Españistán sobre todo bebe mucho de la disposición española a cargar contra nuestro propio país. A nadie le mentes su familia, su pueblo, su club de fútbol y su región, pero todos te dirán que España es lo peor. Los catalanes dicen que España es lo peor. Los valencianos dicen que España es lo peor. Los murcianos dicen que España es lo peor. Luego nadie sabe qué es España. Pero esa actitud es algo a conservar. Es la versión ibérica del sentido crítico europeo.

¿Lo defiende?

En Europesadilla decía que lo que llevó adelante a Europa es el sentido crítico. Poner en duda lo establecido. De ahí surgió la ciencia, la razón y el siglo de las luces. Lo malo es que aquí hacemos crítica destructiva. Ojalá nuestro sentido crítico llevara a algo nuevo.

La situación económica nos ha moldeado como la generación que más se refugia en el pasado. Mis padres no hablan de su infancia con nostalgia. Nosotros con 20 años ya parecíamos viejunos, recordando nuestra Game Boy

La gente de la que habla en su libro, ¿son milénicos?

A los milénicos se los inventó Estados Unidos con aquella portada de TIME. Trasladarlo aquí es un poco complicado. Aquí tenemos el nini, que es injusto: ¿por qué se ha puesto nombre a los que no trabajan ni estudian y no a los que tienen que trabajar y estudiar? Que son muchos.

¿Cómo cree que vamos a envejecer? Cuando la siguiente generación venga con el panorama menos desfavorecedor, ¿nos acomplejará?

Envejeceremos como envejecen todas las generaciones. Con los mismos tics de alguien que se está haciendo mayor. Los jóvenes ya no son lo que eran. Tengo amigos que se criaron rompiendo farolas a patadas y que ahora ya están trabajando, con hijos y diciendo que los jóvenes ya no respetan nada.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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