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red de expertos planeta futuro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un mundo de hombres feministas

Defender los derechos de las mujeres es luchar por una sociedad más justa para todos

Medio en broma medio en serio, una mujer hizo un comentario que llamó mi atención. Caminaba por la calle y se dirigía a otra señora, probablemente su amiga. Dijo: "Por muy mala que haya sido, toda mujer merece, al menos, diez años de viudez". Aparte de gracia, el comentario me hizo pensar.

Durante la década de los 90, tuvo lugar en España una importante concienciación ciudadana sobre problema de la violencia de género. En concreto, de aquella que sufrían las mujeres a manos de sus parejas. Programas televisivos de sobremesa creaban un espacio para tratar el tema. Ana Rosa Quintana y otras conductoras de este tipo de retransmisiones de televisión entrevistaban a multitud de víctimas. Y la población española reaccionó. Primero, preguntándose por qué súbitamente había tantos casos de violencia doméstica contra las mujeres. Después, comprendiendo que esa violencia había existido siempre. Lo que sucedía era que las mujeres se estaban decidiendo, por fin, a denunciarla públicamente. Desde entonces, esa cuestión ha estado muy presente en el ideario colectivo nacional. España fijó como una prioridad la cooperación en la lucha contra la violencia de género al asumir, durante el primer semestre del 2010, su cuarta Presidencia rotatoria de la Unión Europea.

ONU Mujeres, la entidad para la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, fue creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en julio de 2010. Y entre sus funciones destaca la de eliminar de la violencia contra la población femenina. En la página web de la organización se muestran una serie de datos especialmente representativos. Un 35% de las mujeres ha sufrido violencia física o sexual en sus relaciones de pareja. Prácticamente en la mitad de los casos de mujeres asesinadas en 2012, el autor de la agresión fue un familiar o un compañero sentimental. En la Unión Europea, casi un 50% de las mujeres sufren algún tipo de acoso sexual en el trabajo. Y en Estados Unidos, un 83% de las niñas de entre 12 y 16 años han experimentado alguna forma de acoso sexual en las escuelas públicas.

El caso de los matrimonios de niñas merece una mención especial. Hoy, más de 700 millones de mujeres se casaron siendo menores. Un tercio —aproximadamente 250 millones— lo hicieron con menos de 15 años. Las pequeñas casadas no saben cómo negociar con sus maridos para mantener relaciones sexuales más seguras. Y eso las coloca en una situación de vulnerabilidad ante las infecciones transmitidas sexualmente y los embarazos precoces. Además, el hecho de que las niñas no sean lo suficientemente maduras físicamente para dar a luz, es un peligro para ellas. Para los bebés, también.

Así, un día que hice un comentario en contra del machismo, una amiga mía me lo agradeció. Me sorprendió que me diera las gracias. Primero, porque provengo de una familia progresista en lo que se refiere al papel de la mujer en la sociedad. Mis abuelas son un ejemplo de ello. Ellas fueron universitarias y empresarias. Ellas se aseguraron de que todas sus hijas fueran a la universidad, como lo hicieron sus hijos. No creo que los hombres de mi familia sean machistas porque entendemos la igualdad como algo natural.

Segundo, porque el respeto por las mujeres nunca me ha supuesto un problema. Luis Bonino es director del Centro de Estudios de la Condición Masculina en Madrid. En su "perfil de hombre feminista", explica cómo otros hombres le acusarían de "promover la cultura del hombre blando, de emprender cruzadas contra la masculinidad o de impulsar el fracaso masculino". Estoy seguro de que esos comentarios existen y de que, desgraciadamente, son frecuentes. Pero lo cierto es que yo nunca he tenido que enfrentarme a ese tipo de ataques que Luis Bonino menciona.

Y tercero porque, de alguna forma, mi defensa de la mujer es egoísta y busca mi propia protección. Me explico: una sociedad que tolera la discriminación hacia determinados miembros es una sociedad injusta. Por eso, si lucho contra el machismo, lucho en realidad por una sociedad más justa, acostumbrada a reaccionar contra las injusticias. Todos nosotros, tarde o temprano, seremos víctimas de algún abuso a lo largo de nuestra vida. Yo, el primero. Estoy en contra del machismo para contribuir a una sociedad que no permita esas injusticias. Para saber que cuándo, el día de mañana, yo sea víctima de una, la sociedad me va a respaldar, me va a defender y no la va a permitir.

Por eso, luchar en defensa de los derechos de las mujeres es luchar por los derechos de todos nosotros.

Miguel Forcat Luque es economista y trabaja para la Comisión de la Unión Europea. El propósito de este artículo fue escrito por el autor por su propio nombre y no refleja necesariamente el punto de vista de la institución para la que trabaja. El propósito de este artículo no compromete la responsabilidad de esta institución.

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